domingo, 15 de abril de 2012

CALOR DE CÉFIROS

Hay en tanta espera plenitud sobre tus faros marinos,

que pardos hondos y profundos para el mundo mío

y para otros tantos cantos fríos y cálidos gritos altos;

al sobresalto y exalto tu mirar si miras más allá de mí.


Ojos fecundos que erosionáis fulgor en mis fieras delicias

y que brilláis sobre el dolor que cesa en el lumbral;

oh vacío oculto en la inquietud y en la abismal locura.


Hay que transcurrir el dolor de un par como ninguno

para el verde sabor del parpadeo en su labor de ignoto

y para otros vicios de garganta en sed y ser de ti visto

al pasar y pasa un ardor para los dos sin más descuido.


Ojos arcanos que extendéis pasión sobre el atlas de los míos

y que vivís apenas para el ígneo pinar de tu arbolada;

oh claridad fecunda en el paisaje y el oleaje pardo.


Hay como en el cosmos culto plenitud de resplandor,

que bastos signos inéditos y entre mi voz te aferras

y para estos versos inauditos se derramó le fulgor;

el vigor que tanto me ofreció Hapuc yo querré cantar.


Ojos mágicos que bebéis de nos la saciedad del ocre vino

y que aclaráis el caminar de mi amputado corazón;

oh efluvios de tormentas vespertinas y huracanes.


Hay en derredor tanta fiera hambre de tu alarde loco,

para amar la ardiente luz de llama que soflama bastó

y para el frío en mi apresado habrá calor si me divisas;

luciérnaga, qué don si al abrir tus céfiros color me dan.


Ojos natos que un día tal mi terca voz compadecieron

y que huiréis del alma envuelta en el desmán del piélago;

oh símbolos de Saturno que se extienden como un arco.


Hay dulce saciedad que los lloros brota en mi posada

que plenitud prefieren tus arroyos cuando pierden rumbo

y para el mundo un aire húmedo que la oquedad sugiere;

fecundidad de brillos derramó la lluvia en nuestro estanque.

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