Que el henchido cielo me ha truncado la sonata
con la tromba de míticos re cíclopes
dramáticos,
que ni un fatídico romántico me sale batallando
ni el más shakesperante o Dante me remueve.
Queridísima luciérnaga de la negra hierbatura
relumbras villas anchas de lejanas completudes,
luminareas las veredas y odas con gitanos
trucos
maravillosos como la tinta de la nube que
levanta loa.
Dice el trino del tronador que truena desde su
trono
yo te trazo con el amor un abrazo de contorno único,
rindo verdaderas rosas al rocío sitibundo de tu
láctea
frescura, de tus campos divisorios, de tus
praderas.
Querer a quien se quede entre mi pecho como Hapuc
que quema, en la juntura cada órbita es
volcánica,
toda esta llovizna es mágica y ondosa y
dulceada,
mas con recelo yo néctares sin rumbo saboreo.
El corazón que retorna al son monolítico del
docto
un sumo usufructo del insomnio cuando más
recluido,
serán
tifones de líricos asombros que me llegan plenos
serán pentacordios que recuerdo cálidos cuando canto.
Un vital acenso a lo cielado
donde Dios me espera
cálido con todo ya deshecho
hasta el más fatal pecado,
y móvil vivo en el asombro como las nubes
alejadas
y frágil y lívido hasta lo profundo que si
quieres tactas.
Cómo no correr caluroso al colmo de la frescura
intacta
y mudo al gran bullicio con un nudo en la
garganta,
cómo no recorrer con mis sermones tus costados
y tus algas y tus peces color de orégano en la
tarde.
Mis círculos dramáticos que son más que
gramáticos
cubrídmelos en todos los arroyos de tus ríos
claros,
yo siento me cayendo te, yo siento me vagando
te,
yo claustro te, yo preso te, yo aguardo te
esperando te...
amo,
más.
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